¿Hay vida después de la fama?

Por Redacción Cromos

29 de julio de 2016

¿Hay vida después de la fama?
¿Hay vida después de la fama?

Por: Fernán Martínez - periodista.

La fama es una loca atrevida que se mete en la vida de algunas personas, las transforma, las hace felices, o al menos les hace creer que son felices, por unos días, meses o años y por la misma puerta que entra, se va sin hacer ruido,  para meterse en la vida de otra persona mas joven, más talentosa, mas bella.

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Los flashes ya no rebotan, los fotógrafos saludan pero no disparan, el teléfono deja de timbrar, se habla más de lo que se hizo que de lo que se va a hacer, los likes en las fotos de Instagram son cada día menos aunque se empeloten más, son más populares las fotos con el perro o los hijos, se vuelve un producto de catálogo.

Otra persona se ha metido en ese personaje.

Pero, ¿hay vida después de que se acaba la pasarela de la fama? ¿Tienen un plan B para cuando las luces se apagan?

Los mismos medios que los encumbraron se encargan de derribarlos o de ignorarlos.

Los hombres que fueron famosos se dejan crecer la barba y se dedican a buscar OVNIS. Se ponen ropa ancha para que no se les note la barriga y sombreros para esconder la calvicie. Las ex famosas se gastan la mitad de lo que tienen en cremas rejuvenecedoras, cirujanos plásticos, gafas grandes y oscuras y dietas antioxidantes. Cambiar de carrera, de profesión o de negocio no es tan traumático. Es solo recomenzar de cero. Los músicos se pueden volver productores o mánagers. 

Los actores montar academias. 

Los deportistas volverse entrenadores.  Las modelos pueden armar una tienda de ropa o comenzar su blog de moda o belleza. Los cantantes montar un bar y de los grandes escenarios pasan a actuar a salas más pequeñas en cruceros o casinos porque no saben hacer otra cosa y así se sienten vigentes cantando éxitos de repertorio o covers.

Queda el nombre aunque la imagen sea más adulta. 

Las jornadas de trabajo serán más normales, disfrutarán los fines de semana, no ganarán tantas millas en las aerolíneas y las hojas del pasaporte les duran más.

Hace muchos años el sexo y la riqueza eran las preocupaciones vanas y esenciales. En la sociedad de estos días la fama y el reconocimiento se han vuelto indispensables. Sinónimo del éxito. El reconocimiento es indispensable y si no se puede ser famoso se desviven por estar reunidos con famosos, tomarse fotos con famosos, ir donde van los famosos. El atractivo y volátil perfume de la fama.

Ahora, la búsqueda de la felicidad se ha convertido en lograr el reconocimiento social. Las personas necesitan ver sus fotos y oír sus nombres en las revistas, periódicos, radios, redes sociales. Los dentistas, médicos, contratistas, abogados, políticos tienen publicistas, jefes de prensa, miden cada día cuánto han crecido sus redes y se pasan los viajes haciendo fotos para publicarlas en la retocada belleza de Instagram sin disfrutar los backgrounds. Todo instante o paisaje es material para Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat (en ese orden según se es más joven).

Los hay también celebridades de internet, youtubers engrandecidos, sorprendidos por el talento de no tener talento y que los consideren como si tuvieran alguno, tienen la vigencia de una tarjeta de crédito robada.

La fama, la celebridad y el éxito son cosas distintas, aunque algunas personas puedan disfrutar de las tres al tiempo. Hay celebridades instantáneas, famosos por ser hijos de famosos, ricos que heredaron la riqueza.

Paris Hilton y las Kardashians demostraron que no se necesita talento para ser famosas. Otras han demostrado que no se necesita la belleza y algunas enseñan que con solo ser bella se puede ser famosa. Hay famosos por error como una reina que coronan por equivocación y tienen más seguidores que la reina oficial.

Los únicos que sobreviven la fama, que perduran,  son aquellos que se convierten en leyendas, aquellos que sus talentos eran realmente sólidos y no inflados, personas que no gastaron sus personajes, rostros que se adornan con arrugas.

Para muchos ex famosos su vida se acabó cuando se fue la fama. No tenían plan B, se miran al espejo y se deprimen; ojean las revistas, oyen la radio, ven los noticieros y se consumen porque sus nombres no están ya ahí. 

Y siempre llega un momento en que sus actuaciones son como un holograma con proyecciones de recuerdos. 

La fama era el alcanfor que los conservaba y cuando se acaba el alcanfor se acaba la muñeca bailarina.

 

Foto: Daniel Álvarez.

Por Redacción Cromos

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