Diez años de artBO, el nuevo despertar del arte colombiano

Desde la primera edición de artBO, varios esfuerzos y afortunadas coincidencias han favorecido un nuevo florecimiento de la escena artística colombiana. Recuento de una década feliz en el inicio de la semana del arte en Bogotá.

Por Natalia Roldán

20 de octubre de 2014

Diez años de artBO, el nuevo despertar del arte colombiano
Diez años de artBO, el nuevo despertar del arte colombiano

Diez años de artBO, el nuevo despertar del arte colombiano

Algo desconcertó a los visitantes de la más reciente edición de Arco, la feria de arte contemporáneo de Madrid. Al entrar, tres relojes daban la bienvenida: uno anunciaba la hora de la capital española; otro, la de Helsinki –porque Finlandia era el invitado de honor–, y el último, la de Bogotá. Muchos se preguntaron qué hacía Colombia atravesada en ese trío y lo entenderían más adelante: los organizadores daban pistas acerca del país que sería designado como protagonista de la feria en el 2015. 

Hace siete meses se hizo el anuncio oficial y ya todo está planeado para que los colombianos invadan España. Diez galerías tendrán stands durante los cinco días de la feria y las obras de cuarenta artistas –de tres generaciones diferentes– se tomarán el resto de la ciudad por un mes, con exposiciones que se podrán ver en espacios de la talla del Museo Reina Sofía. Será un nuevo proceso de conquista, pero de esos que tienen que ver con seducir, conmover, cautivar.  

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Arco es una de las ferias más importantes del mundo. En sus casi treinta años de historia, solo dos países latinoamericanos han sido invitados de honor –Brasil y México–, así que el nombramiento de Colombia es un reconocimiento que habla del buen momento que atraviesa al campo artístico en nuestro país. Es la celebración a un esfuerzo de curadores, artistas, gestores culturales e instituciones públicas y privadas que empezó a consolidarse hace diez años con el nacimiento de artBO, la Feria Internacional de Arte de Bogotá.  

«ArtBO ha sido un actor principal para el desarrollo del medio del arte –explica el curador Jaime Cerón–. La feria cuenta con galerías, que a su vez cuentan con artistas, y por lo tanto convoca coleccionistas, curadores, críticos de arte y periodistas». Pero no todo depende de artBO. «La feria es solo un catalizador –asegura José Roca, curador de la Tate Modern de Londres y fundador de la galería Flora–. La escena del arte depende de tres factores: la producción, la mediación y el mercado. ArtBO se concentra en el mercado, pero aparte de eso hay una producción muy potente, han nacido nuevos espacios de mediación, han surgido programas en historia del arte y museología en la academia, y ha aumentado el apoyo del Ministerio de Cultura».   

 

¿Hay mercado para tanto arte?

Bajo la dirección de la Cámara de Comercio, artBO empezó tímidamente, pero fue puliendo sus procesos. En cada edición la feria era un poco más ambiciosa y, a medida que se daba a conocer, mejores galerías decidieron vincularse. Así atrajo, paulatinamente, la mirada de importantes e influyentes personas del mundo del arte internacional –300 de ellas estarán presentes del 24 al 27 de octubre en Corferias–. También pasó de 15 000 a 25 000 visitantes. 

Ante el aumento del público y el creciente interés de coleccionistas y curadores, el medio fue despertando. El dinamismo del sector empezó a sentirse y todos querían hacer parte de la fiesta. Por eso, en la semana en la que se realiza artBO se llevan a cabo hasta 130 eventos paralelos: los coleccionistas abren sus puertas para dar a conocer sus obras, los galeristas extienden sus horarios y algunos curadores y gestores culturales se lanzan a crear ferias alternas, como la del Millón, Odeón y Sincronía. 

 

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La feria del millón invita a que la gente se acerque más espontáneamente al arte. Como no hay firmas de artistas reconocidos, quien compra lo hace por el placer estético que le produce la obra.

 

Cada uno de esos espacios surgió con un propósito particular. Odeón acoge a las galerías más jóvenes, que no son recibidas en artBO: «Es el pregrado de las galerías, la maestría es artBO y el doctorado es Arco –explica Ximena Gama, gerente de artes plásticas de esta feria alternativa–. Las galerías nuevas esperan insertarse en el medio y el lugar ideal es artBO, pero la paradoja es que por su falta de experiencia no las reciben. Nosotros les damos ese impulso inicial». Sincronía es una feria de artistas, no de galerías, así que son ellos quienes ofrecen directamente sus obras al público. Lo mismo ocurre en la Feria del Millón, que además no vende trabajos cuyo valor sobrepase el millón de pesos: «Principalmente damos a conocer el trabajo de artistas emergentes que no son recibidos en ninguna galería recién graduados de la universidad –dice Diego Garzón, periodista que creó el espacio junto con el arquitecto Juan Ricardo Rincón–. Queremos desmitificar que el arte es elitista, por eso es un ambiente fresco en el que a la gente no le importa desconocer del tema y en el que los compradores se dejan llevar por el placer que les produce una obra y no por una firma».

 

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Solo la explosión cultural de Bogotá ya parece excesiva, pero a este movimiento se han sumado la Bienal de Arte de Cartagena, Art-Cartagena y el Encuentro Internacional de Medellín. Podría pensarse que el mercado y el público no están preparados para la abundancia de la oferta; sin embargo, quienes trabajan en el medio la ven con buenos ojos: «En el directorio telefónico encontré 141 marqueterías solo en Bogotá, eso quiere decir que la gente está comprando arte para enmarcar», opina Jose Roca. A lo que Diego Garzón añade: «El esplendor de la finca raíz también ha despertado la demanda de arte. Hay muchas paredes blancas por llenar». Ya sea para decorar, por prestigio, placer o negocio, el mercado existe y crece, ya que las ferias paralelas a artBO han diversificado el perfil del público: «Vemos a jóvenes que llegan con su primer sueldo a comprar una obra de 200 000 pesos –cuenta Garzón–. Esto no pasa en las grandes ferias en las que solo los más adinerados pueden acceder al arte. Y nosotros vendimos el 92 % de lo exhibido».

 

Por fuera del molde

En un año se gradúan entre 2000 y 3000 estudiantes de arte, de las cincuenta facultades repartidas por todo el país. Son muchísimos artistas con diploma si se tiene en cuenta que en Bogotá solo hay cincuenta galerías. Es difícil salir al mercado y vivir del arte. No obstante, siempre han existido los perseverantes, los que sueñan y actúan y no están dispuestos a esperar a que una galería les ponga atención. Ellos se encargan de encontrar espacios modestos donde ponen su arte a circular: «La idea es poner en la vitrina la obra propia así haya que vivir de la cerveza que se vende en la inauguración –asegura Jaime Cerón–. Estos espacios son una incubadora y la gente que emerge del mundo académico pasa allí su primer lustro como profesional». 

Hace diez años, había entre tres y cinco de estos espacios autogestionados. Hoy, en Bogotá hay más de 27; y en Colombia, por lo menos 50. Entre ellos están La Agencia, El Parche y El Bodegón, en Bogotá; La Nocturna, de Cali; y La Mutante, de Bucaramanga, entre muchos otros. Los artistas están cada vez menos dispuestos a quedarse con los brazos cruzados y, en la medida en que ven que hay un mercado, harán lo que esté a su alcance para dar a conocer su obra. 

El buen momento del mercado, la falta de galerías y las pocas oportunidades para los artistas más jóvenes también han motivado la creación de espacios independientes más robustos, liderados por destacados profesionales del medio, como Óscar Muñoz –la cabeza detrás de Lugar a dudas, en Cali– y José Roca –el creador de Flora, en Bogotá–. «Cuando trabajaba en el Banco de la República me di cuenta de que los artistas jóvenes consideraban que hacíamos excelente exposiciones pero no tenían expectativas de llegar a presentar su obra en nuestras salas», explica Roca. Con eso en mente y después de algunas experiencias creando espacios de encuentro para los artistas, decidió fundar Flora, un centro cultural con biblioteca, recintos de exhibición, aulas para hacer talleres y conversatorios, y residencias donde el arte circula ardoroso, vivo. A este lugar y al de Muñoz se suman Casa tres patios y Taller 7 en Medellín. 

Además han surgido fundaciones que desde lo privado actúan en lo público, como Misol, NC Arte y Espacio Odeón. «Con becas, laboratorios, talleres, curadurías, publicaciones, etc., les dan a los artistas cada vez más alternativas para vivir del arte», asegura Cerón.

 

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Espacio Odeón realiza su feria hace cuatro años. El antiguo teatro donde se exhibe la muestra es encantador: su aspecto antiguo y aparentemente destruido invita a recorrerlo de principio a fin para descubrir sus secretos.

 

Alguien nos mira

Los amos y señores del arte mundial en Europa y Estados Unidos solían evadir a Latinoamérica. Existía cierto desprecio por el posible exotismo de nuestra producción artística. Pero en los años noventa estuvieron dispuestos a dirigir su mirada hacia nosotros. «Descubrieron artistas poderosísimos que, aunque llevaban más de veinte años trabajando, por una afortunada coincidencia estaban en el mejor momento de su carrera», cuenta Ximena Gama. Óscar Muñoz, Miguel Ángel Rojas, José Alejandro Restrepo y otros grandes de esa generación cautivaron al mundo del arte y su madurez creativa hizo que corriera la voz con la noticia de la sorprendente calidad del arte colombiano. 

Esta coyuntura, unida al hecho de que las ferias atrajeron la atención de importantes profesionales del medio –como Hans-Michael Herzog (de Daros), Francesca von Habsburg (de la Fundación Thyssen Bornemisza) y Hans Ulrich Obrist (de la Serpentine Gallery)–, ha permitido que los artistas colombianos ahora exhiban su trabajo en el exterior de manera cotidiana. Nicolás París en Venecia, Rosario López en Sao Paulo, Johanna López en Basilea, María José Arjona en Milán. Y así sucesivamente. 

En el proceso de dar a conocer el trabajo de los artistas fuera del país, también ha sido clave el Ministerio de Cultura, que desde 2004 se ha integrado muy bien con la empresa privada para crear alianzas. Por ejemplo, gracias al acuerdo al que llegó el Ministerio con artBO, se han podido traer más invitados internacionales y eso tiene repercusiones extraordinarias. «Cada persona que viene hace mínimo un proyecto con algún colombiano, así que el artista asegura su participación en una bienal y en varios museos. Se le arregla la vida», concluye Cerón. 

 

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Los públicos se han diversificado. Ya no son solo los coleccionistas millonarios los que visitan las ferias: hay familias que van a vitrinear, jóvenes que compran sus primeros cuadros, y nuevos clientes que quieren decorar sus casas.

 

Aparte de estas coaliciones, el Ministerio otorga becas a artistas y premios a la crítica, ha aumentado el presupuesto para investigación y trabaja en pro de normativas tributarias para el sector. «El Ministerio logró optimizar recursos para la cultura, que pasaron de 654 000 millones entre 2007 y 2010 a 1,2 billones entre 2010 y 2014», comenta María Paz Gaviria, directora de artBO. Cuando esto se une a una academia fortalecida, que ya no solo prepara artistas sino que forma curadores, historiadores del arte y críticos, se termina de entender este nuevo despertar.

Falta, claro. Faltan galerías, faltan leyes de mecenazgo, falta fortalecer las instituciones públicas, falta aumentar el coleccionismo empresarial, falta preparar a los estudiantes para que el mercado no los abrume, falta formar más curadores para que el trabajo de los artistas no se quede en bodegas. Falta, pero vamos por buen camino. «Este buen momento no es efímero, porque estamos luchando por conseguir un equilibrio entre lo académico, lo comercial y lo institucional –opina Gaviria–. Esa armonía es la que le permitirá convertirse en un mercado estable y perdurable».

 

 

CONCURSO

1. ¿Cuáles son las ferias que se realizan paralelamente a artBO?

2. ¿Cuántos espacios de arte autogestionados existen en Colombia?

 

Debes dejar tu respuesta al final de esta nota.

Los ganadores deben reclamar sus entradas en la Calle 103 #40A-39 desde el día 24 de octubre entre las 9:00 a.m. y 5:00 p.m., presentando su documento de identidad. En caso de no poder asistir, pueden enviar la fotocopia de su cédula con algún familiar.

 

Por Natalia Roldán

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