Así se hizo 'La tierra y la sombra', la película que descrestó en Cannes

El dinero que ganó con este premio lo tiene destinado a sus dos próximos cortos, aún inéditos por falta de recursos.

Por Carlos Torres

16 de julio de 2015

'La tierra y la sombra', la historia humilde que descrestó en Cannes

'La tierra y la sombra', la historia humilde que descrestó en Cannes

De lo que esconden las palabras, se encargan los gestos y los silencios. César Acevedo lo supo antes de convertirse en director de cine. Sus ojos verdes resaltan en su cabeza, que se quedó calva antes de tiempo. A través de ellos concibió la idea que lo tiene ofreciendo una y otra entrevista. Desde que ganó la Cámara de oro en el Festival de Cannes, los periodistas le hacen y le hacen preguntas, algunas ya las responde de memoria. Pareciera que en cualquier instante se puede quedar sin cuerda. Por ahora, sus ojos verdes y tranquilos lo tienen madrugando, respondiendo correos electrónicos, alejado de su rutina de pensar en ficciones. 

La muerte de su madre, un lápiz y un papel fueron la punta de lanza para narrar la historia de La Tierra y la Sombra. Versos, uno arriba del otro; un poema. “Mis guiones no suelo escribirlos de manera convencional; trato de hacerlos de una manera poética. No debería ser así, pero lo hago porque desde el guion busco una atmósfera”, dice moviendo las manos, en esta, una entrevista más. De este modo nació la película que despelucó al jurado y a los espectadores en Francia.  

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Acevedo se pasa las manos por las rodillas. Está agotado de que le pregunten por el premio, más que por su obra. Sentado, sobresalen sus piernas largas y algo inquietas, aunque no como sus brazos. Se frota despacio las mejillas antes de desarrollar una idea. Al descender, sus manos trazan formas a la altura del pecho y aterrizan en las rodillas. “Quería hacer una película que hiciera frente al olvido, que recuperara algo de las personas que más quiero. Fue un proceso de siete años. Desde la primera versión ya estaba la estructura”, explica. A estas alturas ya ha visto cincuenta veces en pantalla a Alfonso, su protagonista, un campesino que regresa a su casa tras varios años ausente. La última vez que lo vio enfrentarse a su hijo enfermo, a su esposa y a su nuera fue en un festival en Alemania. Es difícil para un director resaltar las virtudes de su película con la distancia de un espectador que un día, sin saber del argumento, paga por verla. Acevedo hace el ejercicio: “La Tierra y la Sombra es una película muy humana, conmovedora, que va atrapando al espectador. Percibe la soledad de ese lugar, se mete lentamente”. 

 

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El 23 de julio La Tierra y la Sombra se estrenará en salas de cine del país.      

 

Una familia campesina y su dolor personal se cruzan en los cañaduzales del Valle del Cauca, los mismos que levantan lava cuando los queman. El también director de los cortos inéditos titulados La campana y Los pasos del agua, todavía en la silla, intenta abarcar con los brazos estirados el ancho de un paisaje imaginario; lo colorea con su relato: “El tipo de casa que buscábamos ya no existe en el Valle. Como no dimos con una, elegí un árbol, alquilé el pedazo de tierra en el que estaba y construimos una vivienda”, dice. Para su diseño, tuvieron en cuenta requerimientos narrativos y técnicos. Por encima estaba el movimiento de los personajes, el sesudo retrato de los cuerpos que Acevedo elaboró primero en un escritorio. “Es un hogar que se levantó de la nada. Hasta tuvimos en cuenta el color de las paredes”. 

La invención del arraigo, la que busca el protagonista Alfonso en el filme, es la que busca Acevedo en Bogotá. En la capital las cosas tampoco fueron fáciles. No pudo conseguir un trabajo estable. “Nunca lo he tenido”, afirma con timidez. El guion de La Tierra y la Sombra, mientras el dinero escaseaba, recibió apoyo de una fundación del Festival Internacional de Cine de Rotterdam. Tarde, pero la relativa estabilidad llegó después de que no se le abrieran las puertas en agencias de publicidad y medios de comunicación. Con la plata en el bolsillo, pudo dedicarse a cristalizar lo que había escrito.  

 

 

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César tiene 28 años y no estudió cine sino comunicación social en la Universidad del Valle. Pasó por la escuela audiovisual por la que también pasaron Antonio Dorado y William Vega.

 

Al recordar, sacude lentamente la cabeza, como si se le hubiera quedado algo para acabar de explicar las virtudes de la historia que lo tiene en el mapa del cine colombiano: “Llené esa casa con mis fantasmas y fue muy difícil comprender que lo que estaba buscando al principio se había perdido. También fue aprender a sanar mis heridas, tomar distancia, si quería contar algo que tocara a todos. Y se trata de eso, de lo difícil que es mantener los lazos con las personas que más amamos”, concluye. 

Su semblante ahora es distinto, más distendido. La charla lo aliviana. Su ópera prima no necesita más explicaciones. Hay que verla, como lo hicieron en Cannes, dejar que conmueva. Para él, la vida posterior a su retorno del festival es casi igual, con la diferencia de que ahora atiende llamadas de medios, lo invitan a su natal Cali a tomarse fotos, posa sin saber el lugar al que irá a parar su imagen. Tiene planeado destinar el dinero del premio en la posproducción de La campana y Los pasos del agua, a ver si puede estrenarlas este año, su año, el inolvidable, en el que lo entrevistaron en masa por un galardón que jamás pensó cargar en sus manos inquietas.

 

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Obtuvo la cámara de oro en el festival de cine de cannes. Es el primer colombiano en ganar este premio. 14 veces reescribió el guion. A los 19 años inició su elaboración.

 

 

Fotos: Juan José Horta, Cortesía y AFP 

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