Los amores de Álvaro Castaño Castillo

Además de mamá, papá adoró a Juana de Arco, a Leonor de Aquitania y a Agnès Sorel, tres mujeres fundamentales de la historia de Francia.

Por Pilar Castaño

07 de septiembre de 2016

Los amores de Álvaro Castaño Castillo
Los amores de Álvaro Castaño Castillo

La noche del pasado 9 de agosto, después de despedir a papá en su casa de la calle 85, vi sobre su mesa de noche un par de libros de historia y el número de la revista Le Nouvel Observateur correspondiente al mes de julio de 2009. La carátula y su artículo central fueron dedicados a “las mujeres de poder en Francia”, con un bello dibujo en portada de Diane de Poitiers, amante del rey Enrique II de Francia. Entonces recordé cómo esa revista incrementó enormemente el amor de papá por Agnès Sorel.

 

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“Papá, después de leer el mencionado número de la revista francesa, se dedicó organizar una especie de plebiscito en favor de Agnès Sorel”.


La publicación mencionaba a las grandes mujeres poderosas de Francia: Diane de Poitiers, Anne de Bretagne, Catherine de Médicis, Anne d’Autriche, Madame de Pompadour, Marie-Antoinette…. y ¡hasta Carla Bruni!, y no mencionaba a Agnès Sorel. Esa omisión lo enfureció. Para él, esa mujer, quien vivió entre 1422 y 1450, fue decisiva en la expulsión de los ingleses de Francia a mediados del siglo XV, con lo cual se dio fin a la Guerra de los Cien Años, y abrió las puertas de la Francia moderna. Recuerdo la manera divertida cómo papá se imaginaba a la Sorel, en el lecho del rey Carlos VII, derrotado por los ingleses, diciéndole: “Oiga Mijito, los ingleses nos están derrotando. Yo quiero estar al lado del vencedor; no del vencido. Si usted no reacciona y derrota a nuestros enemigos, yo conquistaré al rey de Inglaterra para estar al lado del vencedor”. Eso motivó a Carlos VII a aceptar el dinero que le ofreció el comerciante y miembro de la Corte, Jacques Coeur, quien le había dicho: “Majestad, todo lo mío es suyo”, y con esos recursos conformar un ejército moderno que finalmente pudo derrotar a los ingleses.

 

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Recuerdo la manera divertida cómo papá se imaginaba a la Sorel, en el lecho del rey Carlos VII, derrotado por los ingleses. diciéndole: “Oiga Mijito, los ingleses nos están derrotando. Yo quiero estar al lado del vencedor; no del vencido”.


Según papá, Agnès Sorel cometió un error imperdonable que castigaba su memoria: agredió a los cronistas de la época, a los historiadores que describían los sucesos políticos de finales del Medioevo, llamándolos “villanos”, pues estos, a su vez, la describían como una mujer fácil, una cortesana, una prostituta que, con su inmensa belleza, sedujo, entre otros, al rey de Francia. “La verdad es que muchos de los estudiosos de Agnès Sorel se enredan con la belleza de su busto, con su imponente mezanín, y se olvidan de la inconmensurable importancia política que ella impuso para el bien de Francia”, decía.
Fue entonces cuando papá, después de leer el mencionado número de la revista francesa, se dedicó a escribir artículos, a dictar conferencias, a hacer comentarios en los micrófonos de la HJCK, a organizar una especie de plebiscito en favor de Agnès Sorel. 

 

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Álvaro Castaño Castillo a los 20 años en Nueva York, junto a Rita Hayworth, la actriz de Gilda.

 


Así transmitió Álvaro Castaño Castillo sus investigaciones históricas, su amor por la naturaleza, su fascinación por la poesía, su gusto por las artes plásticas, su conocimiento de la ciudad de París, su afición por el deporte, su música. Siempre a través de su micrófono en la HJCK. ¿Quién lo escuchaba? Una minoría, sin duda, una minoría cuya inmensidad nunca conocimos.

 

Foto: David Schwarz - Getty - Archivo Particular.

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