¿De dónde vienen nuestros héroes?

Detrás de cada futbolista hay una historia lejos de los estadios. Porque antes de ser jugadores de la selección, pasaron por los potreros. Les presentamos los orígenes de algunas figuras que nos pondrán a vibrar en las eliminatorias al Mundial Rusia 2018.

Por Carlos Torres

07 de octubre de 2015

¿De dónde vienen nuestros héroes?
¿De dónde vienen nuestros héroes?

¿De dónde vienen nuestros héroes?

El fútbol es cíclico. Basta con escudriñar en el pasado para encontrar que en el Brasil del setenta, sus explosivos delanteros tenían vocación defensiva, como lo exige el juego hoy.  Y ya no se critica el toque toque de la Colombia de Francisco Maturana, cuando su selección, con tal de no perder  la pelota,  podía dominarla lentamente, sin importar el reloj, en la mitad del campo y en su defensa. El fútbol no solo es cíclico en la cancha; hasta en las letras se repite como si fuera un demo. El periodista argentino Dante Panzeri escribió en Fútbol, dinámica de lo impensado, una de las biblias argentinas del balompié: «El origen de la mayoría de los grandes gladiadores modernos que son los futbolistas es provincial, allí donde los potreros harto abundaron».

Aunque estas líneas fueron escritas en 1967, previo al Brasil que coronó a Pelé como rey en México 70, al advenimiento de la Holanda de Johan Cruyff y otro puñado de leyendas, aún son vigentes y se pueden aplicar a la selección Colombia de José Pékerman. La mayoría de los 23 jugadores que están haciendo el mejor mundial de la historia, empezó jugando en el mismísimo potrero, lejos de los iluminados estadios y campos de entrenamiento de las capitales. Para redondear la idea del origen de las estrellas rioplatenses, Panzeri expresó en su libro: «Lo que el progreso ha ocupado es la mente de los chicos que antes ocuparon los potreros; ganándolas a las inclinaciones que otrora se centraban en una pelota de fútbol. Y hoy se bifurcan porque el fútbol apasiona menos». El fenómeno que señalaba el exdirector de El Gráfico seguramente se cobró a varios talentos durante décadas, incluso en una nación tan futbolera como Colombia que ha estado en cinco citas orbitales.

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Sin embargo, hoy todo le sale a los hombres de Pékerman. En Brasil 2014, Colombia está reeditando una historia llena de altibajos, que comenzó a nivel internacional en Chile 62, luego tuvo un bache de 28 años antes de clasificar a Italia 90, se mantuvo en las primeras posiciones de la eliminatorias en los noventas y posteriormente volvió a desaparecer, como si no hubiera habido futuro después de Faustino Asprilla, Carlos Valderrama, Freddy Rincón y Adolfo Valencia. Recien ahora, quizás muy tarde, ha despertado elogios como si fuera un onceno acostumbrado a pelear títulos. De su efectivo modelo, basado en órden táctico e individualidades, seis de sus once titulares son afrocolombianos y eso también se nota en sus celebraciones. Sus bailes cerca de las tribunas son un homenaje a la unión grupal y a la salsa choke, un género que nació en el Pacífico y se popularizó en el resto del país. 

Quien busque una radiografía deportiva colombiana, la Selección es la mejor muestra. Y por el origen humilde de gran parte de sus integrantes, es que las palabras de Panzeri dejan de ser mera premonición para convertirse en realidad («El origen de los grandes gladiadores modernos es provincial»). Sincera es la sensación de que los gladiadores en Colombia nacen en todas direcciones, siendo la Costa Pacífica la que más surte a la Selección y a las ligas europeas. No obstante, las demás regiones también sacan la cara y se amalgaman en este instante en la São Paulo, su casa en territorio brasileño durante los primeros quince días de la Copa del Mundo. ¿Quiénes son los que han venido de pequeños municipios a entonar el himno nacional en los estadios?
 

 

De la Costa Atlántica

Apenas un año de diferencia se llevan Teófilo Gutiérrez (1985) y Carlos Bacca (1986). El destino los unió en la segunda división del Barranquilla Fútbol Club antes de fichar con el Atlético Junior. Debajo de los dos delanteros hay una historia con piso de arena y barrios donde acecha el pandillismo. Gutiérrez creció en La Chinita, uno de los barrios más peligrosos de la capital del Atlántico, y Bacca, en Puerto Colombia. Les tocó vivir una película similar: trabajar así fueran menores de edad. El delantero de River Plate primero fue dependiente en una pescadería y el «porteño» cobraba viajes en las flotas que a diario iban de su municipio a Barranquilla. Lo mágico de sus historias es que el fútbol los unió en la categoría B, en idéntico camerino, al Junior y a la selección Colombia.

«Me siento orgulloso del barrio donde nací, La Chinita, de mi origen popular y de todos los momentos vividos que me ha dado el fútbol», declaró Teófilo el 15 de junio al concluir la victoria 3 a 0 frente a Grecia. Los que lo han criticado por su otrora mal comportamiento en Racing de Avellaneda y Cruz Azul, quizás deberían de replantear sus posiciones porque, justamente en la cancha de su barrio, Teófilo empezó una historia que viene de menos a más, apuntando a un gran final.

 

De Urabá

«Mi primer sueldo lo ahorré para comprarle una casa a mi mamá en Necoclí», dijo Juan Guillermo Cuadrado cuando arribó al fútbol italiano. La muerte de su padre a principios de los noventas, en plena guerra entre paramilitares y guerrilla en Urabá, marcó su vida. A pesar de su tragedia, Cuadrado reconoce que tuvo una bonita infancia en Necoclí. «Me gustaba ir a la cancha. Allá había un señor que tenía una escuelita. A los once años jugué en su equipo y luego me fui a vivir en Apartadó, donde estuve en el Manchester Fútbol Club. Ahí jugué la mayor parte de tiempo, casi diez años. Después me tuvo el profesor Nelson Gallego en el Deportivo Cali». 

 

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Del Pacífico

«En Tumaco vivía con mi papá, mi mamá y mis hermanos. Mi niñez fue linda, me la pasaba con un primo que se llama Víctor Manuel», dijo Pablo Armero en una entrevista. «Toda mi vida he sido alegre, de pronto es porque vengo del Pacífico, donde la gente es así». El defensa de la selección Colombia se mudó a Cali a finales de los noventas. Sin pensar que un día jugaría una Copa del Mundo, empezó en el Boca Juniors de esa ciudad. Sus buenas actuaciones en categorías inferiores llamaron la atención del América de Cali. Con el club rojo debutó en primera división, se coronó campeón en el Torneo Finalización en 2008 y desde entonces no ha habido nadie que lo pare en el extranjero.


Fotos: Cortesía El Heraldo

Por Carlos Torres

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